El primer policía trans de Mendoza: "Pasé 26 años de mi vida atrapado en mi cuerpo"
El cuerpo, ese envase que nos acompaña toda la vida, puede ser un cómplice para conseguir lo que nos proponemos o una cárcel de la cual hay que escapar.
Esto último fue lo que sufrió durante más de 26 años Maximiliano Gava (30). Él es oficial de la Policía de Mendoza y pese a que ingresó a esa fuerza como mujer, invirtió más de 3 años en distintas operaciones para conseguir el único y gran objetivo de su vida: ser un hombre. Hoy es el único transgénero que hizo una transformación completa y porta el uniforme azul.
"Desde que supe qué era lo que tenía tuve un solo miedo: morirme en la cárcel de mi cuerpo", dice con la contundencia de quien tomó el timón de su vida y con él la determinación de modificar el sexo con el que había nacido, asumiendo con eso el riesgo que implicaba el proceso.
Una nena que se sentía varón
Maximiliano nació mujer. Es el cuarto hijo de una pareja de médicos y desde que tiene memoria, allá por sus tres años, siempre quiso jugar con los juguetes que socialmente eran considerados para varones.
"Me identificaba con la ropa del varón, me ponía a llorar y me arrancaba los pelos cuando me ponían un vestido. Mis padres no entendían nada, pero siempre me respetaron y yo terminaba saliendo con pantalón, zapatillas y remera de nene y me comportaba como tal", repasa, con la distancia de quien superó aquella tortura.
En aquel tiempo, ni él ni sus padres podían ponerle nombre a eso que le pasaba. Ninguno sabía lo que era la disforia de género.
De su infancia recuerda un momento que fue bisagra en su vida y por el cual, pese a su corta edad, entendió que algo no estaba bien con su cuerpo. "A los 10 años me empecé a desarrollar en el sexo con el que nací. Fue cuando me di cuenta de que tenía un problema, porque no coincidía con lo que sentía.
Yo pensaba que era un varón y que tarde o temprano me iba a crecer el miembro masculino", se sincera y, con pesar, admite que ahí comenzó a tener que adaptarse a vivir en ese envase que no le gustaba.
La difícil búsqueda de identidad
Mientras buscaba información científica sobre lo que tenía, Maximiliano buceaba en internet rastreando a personas que vivieran lo mismo y hasta se permitía explorar ese cuerpo extraño.
"Siempre me percibí como heterosexual. Exploré y no me sentía bien con una mujer siendo yo mujer y tampoco me sentía bien al lado de un varón. Hubo un largo tiempo de abstinencia en el que no me identificaba con nada y era una persona que estaba en búsqueda de su identidad", explica con la claridad de quien se conoce como nadie.
De la facultad a la policía
Quizás intentando entenderse, inició la carrera de Psicología y llegó hasta 4º año. Pero a sólo un año de recibirse, decidió que quería una carrera más práctica y le imprimió un giro a su vida: se inscribió en el Instituto Universitario de Seguridad Pública. Con 26 años, se recibió de oficial de policía.
A aquella instrucción le sumó sus conocimientos de equitación –deporte que hizo desde los 6 años– y calificó para ingresar a la Policía Montada, en el cuerpo de antidisturbios. Hoy trabaja en la Comisaría 17 de Lavalle.
"Si bien entré a la fuerza como mujer, siendo policía empecé con el proceso de hormonización y operaciones, y debo decir que nunca me sentí discriminado por nadie. Me encontré con jefes que entendieron lo que estaba viviendo y lo respetaron. Puede que haya gente a la que no le guste lo mío, pero hay una Ley de Identidad de Género y, por tanto, yo lo único que pido es el respeto que me merezco como cualquier persona", recalca orgulloso de haber conseguido, con la ley que data del 2012, su DNI con el nombre de Maximiliano.
Con ese nuevo documento, en la fuerza sólo debieron cambiar su legajo. "El uniforme que usaba antes era bastante masculino, así es que seguí usando el mismo", bromea.
Tres años de varias operaciones
Después de consultar con endocrinólogos, Maximiliano se decidió a iniciar el largo proceso de cambio de sexo, que comenzó con la hormonización (en la que se le incorpora testosterona) e incluyó varias operaciones: la de estirpación de mamas y formación de pectorales masculinos, que realizó en Mendoza; la histerectomía (extirpación del útero) y finalmente la faloplastía, que es la reconstrucción estética de los genitales masculinos externos.
"Me dije: 'Voy a hacer esto como sea, aunque me quede solo. Y si tengo que morirme en una operación, me voy a morir', porque estaba atrapado en una cárcel, que era mi cuerpo. Afortunadamente, tuve el gran apoyo del doctor Pablo Ferrada", recalca y cuenta que tuvo que lidiar con obras sociales y empeñar cuanto ahorro tenía para cumplir con su meta.
"He pasado por posoperatorios tremendos, de no poder caminar por 20 días y tener 100 puntos en la entrepierna. La faloplastía es la más compleja porque son 4 horas de operación, donde toman piel abdominal para hacer el pene de tamaño normal. También es la más cara porque cuesta $350.000, pero a mí no me importó invertir todo lo que tenía para cumplir mi sueño. Hoy soy un hombre tranquilo. Tengo lo que quería".
Por: Rosana Villegas